Textos

Dos Instalaciones

Sandra Martí, 2006

Alejandro López Saldaña se presenta en esta oportunidad de una forma totalmente genuina, sincera y humana, marcado por el signo de su creatividad. Desde hace unos años se encuentra construyendo y dibujando, con gran dedicación, su propia y polifacética biografía artística. Ha transitado y vivido por diversos contextos y países. Estos cambios lo enriquecen y transforman en un artista con gran oficio y reflexión. Su inspiración parte desde la mirada de su propia vida, y su constante renovación del lenguaje visual. Sus formulaciones revelan un gran espíritu tanto racional como imaginativo. Es un artista que nos comunica sus mensajes por medio de una estética ordenada. Aunque al darnos a la tarea de hallar lo que subyace en su creación, encontramos una mirada radiográfica, aquella que recae sobre las estructuras de los objetos, acompañados de una determinada apariencia. Es, sin duda, un destacado y joven artista del arte actual en México.

Muebles y forros (2006)

En este proyecto, el autor observa y halla en su mundo contextual objetos usados a los que les anexa una divertida oportunidad de cambio. Interactúa y les agrega un sentido diferente a su primera función, convirtiendo estas sillas –a partir de algunos cambios– en nuevos objetos no factibles de ser usados como asientos. A la hora de observar este conjunto de objetos intervenidos, el receptor tiende a desear tocar esta nueva materialidad dura otorgada por la esponja y el alambre de hierro cubiertos de yeso.

Por lo tanto, ahora el conjunto de sillas adquiere un nuevo estado de salud, pasan de objeto utilitario a objeto no utilitario y posiblemente de sillas aisladas a un conjunto de objetos jerarquizados. Es decir, el autor no trabaja sobre la funcionalidad del objeto sino insistiendo en que el objeto se beneficie proyectándole otra presencia material. Recordando que ello también otorga una nueva presencia de significados lúdicos y trágicos.

La instalación incluye mostrar –ya desprendidos– los respectivos forros de las sillas. El estado de estas telas o “pieles”, se encuentran totalmente envejecidas, sucias y rotas. Se muestran colgadas y flácidas, conformando en todo el espacio dos planos de observación: las sillas en el suelo y los forros colgados. A su vez estos dos planos portan voces: las sillas son el presente intervenido y los forros son el desprendimiento de un límite original como metáfora del tiempo.

El conjunto de los forros a su vez nos ubica en la dimensión, no sólo del tiempo sino en el conjunto humano, que provocó el desgaste del material. Aquí el autor incluye otra metáfora, al manifestarnos que muchos objetos portan una determinada vida de acuerdo a la manera en que las personas se vinculan con ellos. Entonces, decide someter a las sillas a una suerte de cirugía estética y descubre así que el tiempo y el desuso pueden aparentar cierto disimulo, y las sillas pueden adquirir un nuevo esplendor. Este nuevo clima dentro de los objetos se confirma por el color blanco del yeso, el cual colabora en otorgar un cierto grado de esterilidad y limpieza, versus su textura cruda y los forros rotos cargados de grasa, tierra y soledad.

Algo ha cambiado de sentido. El espectador, como ya dijimos, puede sentir mil cosas, contradicciones, rechazos o quizá adentrar e imaginar historias en función a lo que observa. Esta es parte de la propuesta del autor.

Tejas con Goteras (2004)

Esta instalación propone presentar un conjunto de aproximadamente 300 tejas de barro que conservan su aspecto como elemento arquitectónico, pero se invierte su función de protección al ser perforadas cada una con numerosos hoyos. Por lo tanto, ya no protegen ninguna superficie arquitectónica, sino que se presentan en esta oportunidad, en el suelo del Patio Central de la Academia de San Carlos, dispuestas alineadas y en orden.

Aquí el artista, con gran sentido del humor, le anticipa al material lo que le va a suceder en el tiempo. Entonces interviene y realiza sobre la superficie de las tejas –colocando agujeritos en cada una– un conjunto de textura como una filigrana. Es decir, las tejas son inevitablemente –según su finalidad constructiva– un material que sirve para proteger techos y espacios generalmente habitables. Pero desde el arte, el autor observa en estas tejas la posibilidad de que no cubran ni protejan nada, inclusive las transporta de un techo al suelo. Esta instalación surge como una expansión o el desplazamiento de un territorio. Son tejas que frecuentemente encontraríamos en ciertos techos de algunos lugares.

Hoy estos elementos unidos y emplazados en un nuevo lugar nos permiten visualizar una expansión de la tridimensionalidad.